CAPÍTULO I. El Difícil Arte de Viajar en Colectivo.

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El colectivo (autobús, ómnibus, micro, bondi, buseta, lata, chiva, guagua; etc.) con sus diferentes nombres alrededor del mundo, sean técnicos o culturales; personalmente y a lo que hace a este espacio lleva como nombre: Instrumento de profunda reflexión y realización personal.

Los colectivos que me tocan en mi país, en su mayoría son ya un poquito antiguos, algunos se encendían, otros se les sale volando una, dos o todas sus ruedas, otros chocan, destruyen, matan y recuerdan que esos cacharros, si uno se fija en sus espejos que muestran sus verdades (ventanas) tienen etiquetas con descripciones en portugués, ya que esos instrumentos de reflexión y realización (colectivos) vienen tirados (importados) del Brasil a nuestro deposito tercermundista (Paraguay corazón de América). Sí, desde ese mismo país, que aniquiló con su ejército amazona a nuestros hombres y niños y violaron a nuestras mujeres en la guerra grande del 70, país que volvió en el siglo siguiente con sus militares a construir en nuestro territorio la hidroeléctrica más grande y potente del mundo que bajo el descarado concepto de la binacionalidad sacaron la tajada más grande a su favor, país que, salvo un “milagro diplomático” el 2023 se llevará a su casa los mismos provechos robados estos 50 años.

Hace unos años llegaron los nuevos e “innovadores” colectivos diferenciales, climatizados, inclusivos, desafiantes, cada uno adquiridos con cifras dos o tres veces más de su valor real. Nuevos instrumentos de profunda reflexión y realización que al día de hoy, sus amortiguadores alivianan menos que una caída sobre mármol, los golpes de los amables baches de la república, donde, los aires acondicionados no se han limpiado desde su inauguración y que a falta de un estornudo griposo más, dejan el aire encerrado igual de contaminado que un parque de diversiones en Chernóbil.

Son bajo esos dos tipos de instrumentos de reflexión y realización que este difícil arte se desarrollará; tendría que existir un tercer instrumento: llamado metrobus, pero hasta el día de hoy, de ese metro, no hemos visto ni la mitad de un centímetro, tan solo, cemento desechado en medio de una avenida (la más frecuentada y reflexiva de todas) que sirven para playa de autos, venta de asaditos (condimentadas con humo de motor y asfalto en estado gaseoso) y todo inimaginable servicio comercial-callejero a lo que en promesas políticas se hubiesen prometido.

Viajar en colectivo es entender mi país, para entender Paraguay se debe de viajar en colectivo, yo recomiendo hacerlo en los normales, los de (a fecha de esta publicación, porque siempre sube y nunca baja) 2400 guaraníes (0,37$)  para entenderlo en su cara más viva.

Si es necesario, para que la experiencia sea mucho más real, profunda e increíblemente reveladora, recomiendo el uso de ese instrumento en dos diferentes momentos: un lunes a tempranas horas en la ciudad de San Lorenzo, ciudad que para los efectos de estos relatos se convierten en el embudo oxidado, por el que las revelaciones más profundas tienen que parir, cual mayéutica socrática con los diálogos silenciosos (pasajeros atinados) que solo bajo ese viaje en sí mismo de sus propios pensamientos, apaciguan la lacerante llegada a sus destinos de trabajo y/o estudio; y de tarde-tardecita, saliendo de la capital, por intermedio de la Avenida Eusebio Ayala, madre de avenidas, de revelaciones, de angustias, sudores, insolaciones y momentos que realizan.

Cada ciudad, zona o pueblo tiene su propia línea de colectivo, con números que algunos no recuerdan nunca al momento de esperarlo y otros se saben mejor que el nombre de su madre, números como el 13,19, 20, 21, 27, 29, 57; etc. Los cuales a su vez, tienen nombres, ya sea de la empresa que la explota o la ciudad de donde procede, la mayoría de las veces precedida por el artículo “El” o “La”  casi como dándole vida a esos instrumentos, nombres como El Loma Grande, La Villetana, El 3 de Febrero, El 27, La Línea 1… Con el tiempo, es más es muy fácil saber dónde nos llevan cada uno de ellos… Todos se encuentran en hora pico.

Además, de sus nombres y números algunos reciben apodos y motes, como la Línea 27, la furiosa y kachafa (desvergonzada) línea de motores puestos a trabajar al máximo consiguiendo velocidades suicidas. Otras, no tan conocidas, como la Línea 13, la llamo curiosamente la línea exitosa, ya que el nombre de la empresa es “La conquista” y su trayecto principal es por la Avenida de “La Victoria” y la calle «R.I. 18 Pitiantuta» calle nombrada en honor a aquellos oficiales combatientes de la Guerra del Chaco, que en 1934 bajo una exitosa maniobra de combate recuperaron uno de los fortines más importantes y dieron paso a la compleja, analizable pero celebrada victoria paraguaya.

En fin, todas esas líneas con diferentes números, nombres, apodos, motes y datos curiosos, tienen algo en común, todas ellas arrojan historias, relatos, reflexiones, verdades y desafíos que construyen un nuevo esquema en tu subconsciente, que a partir de la lectura y reflexión de cada una de ellas en los siguientes capítulos, puede que ya no lo vean como un medio de transporte más, si no a ese instrumento que arroja verdades, verdades que curan o hieren, pero enseñan… enseñan lo curioso de sentir y vivir lo complicado de entender… «El Difícil Arte de Viajar en Colectivo«

Publicado por César Jiménez

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